La violencia que se vive en
la sociedad actual es preocupante, pues afecta todas las esferas y estratos
sociales. Algunas veces se inicia en el seno familiar ya con la violencia
emocional o física, pasando por el bullying en las diferentes etapas escolares,
la discriminación racial, social o por discapacidad, en la sociedad o en el
trabajo, aunada en ocasiones del acoso
sexual; o bien las pandillas juveniles, e incluso de infantes que por dinero fácil,
se integran al narcotráfico. Y qué decir de la trata de personas, que
lamentablemente crecen como espuma, los altos índices de abortos, de violencia entre parejas de novios, que llegan a ser
fatales, o bien la acción de jóvenes, que sin cargo de conciencia realizan
masacres en escuelas o lugares públicos, o simplemente se suicidan. Todo esto
resultado de la sociedad utilitarista y hedonista reinante en todo el mundo.
Estoy convencida de que la
violencia si se puede prevenir y erradicar, lo importante es ir al origen y
sanarlo, es decir, es necesario fortalecer a la familia y tomar conciencia de
la educación a los hijos, en el qué y cómo los estamos educando, qué valores
les estamos inculcando y finalmente para qué los estamos preparando?
La violencia se define como:
«Toda acción que atenta contra la dignidad, la libertad y la integridad
física y psíquica del ser humano, produciéndole sufrimiento, dolor o cualquier
forma de limitación a su bienestar o al ejercicio libre de sus derechos.» y es
el último recurso del incompetente, generando marginación, exclusión y dominio.
Es un fenómeno tan antiguo
como el hombre, nacido por su deseo de
control y de poder. Puede ser: física,
emocional o psicológica, sexual, económica y patrimonial y por negligencia y
aunque todas son negativas, la más devastadora es la emocional o psicológica
porque logra la erosión y degradación de la
autoestima, además de aniquilar la posibilidad de tomar decisiones y
tener esperanza.
Son varios los factores que
propician la violencia, lo cierto es que es en el seno familiar, donde se
aprenden los patrones de convivencia y se viven los valores que marcarán la
personalidad del niño, que aprende por imitación; incluso es la familia donde
deberían cubrirse las necesidades básicas del hombre, que son; el ser amado,
reconocido y perteneciente.
De cualquier forma, son los padres, pilares de la
familia en quien recae la responsabilidad primaria y más importantes en la
formación de valores en los hijos, en la vivencia cotidiana, donde con su
ejemplo muestren el respeto, el amor, el diálogo abierto, sincero y asertivo,
la paciencia, incluso se aprende sobre el valor del dolor, del sufrimiento, el
esfuerzo y el trabajo que forjan el carácter, y sobre todo del perdón sincero
que nos lleva a un cambio en la vida para mejorarla y es símbolo del gran amor
que solo en la familia se da.
Lic. Rebeca Conde de Salgado
No hay comentarios:
Publicar un comentario