¡Y
llegaron las posadas!
Aún
recuerdo cuando era niña, la emoción de vivir las posadas en la casa, donde
además de la familia eran los amigos quienes nos reuníamos en torno al nacimiento,
rezábamos, cantábamos la letanía, villancicos y después las esperadas piñatas,
que entonces se rellenaban de fruta y dulces de temporada, siendo las jícamas
las más codiciadas, pues era el manjar de ese entonces, con limón y
chile piquín entre los niños y por supuesto, los famosos silbatos que hacíamos
vibrar intensamente dentro y fuera de la casa.
Ciertamente
son las posadas parte de nuestras tradiciones, que nos unen como familia y
enriquecen nuestra relación, pues la preparación de todo implica la
participación de todos en familia, que como siempre, algunos cooperan más que otros, pero todos
participan, y aunque también va
acompañada de prisas y regaños, finalmente se corona con la alegría de la
convivencia, el amor y la alegría de verse reunidos.
Y
es que la vida familiar es un constante aprender, enseñar, crecer, aceptar los
cambios que se viven y adaptarse, pues no es lo mismo una familia con niños
pequeños, que con adolescentes o jóvenes, o bien una familia con hijos ya
casados, pero cada etapa nos da la oportunidad de crecer y madurar en el amor y
las diferentes virtudes que la vida nos exige para el logro de nuestra
felicidad.
La
Navidad, que con sus preparativos es una
época que nos brinda infinidad de ocasiones para sacar lo mejor de nosotros, trae
también mucha nostalgia, por lo que debemos poner énfasis en la “Esperanza”,
sí, la esperanza de una vida mejor, y no una esperanza fallida o quimérica,
sino sólidamente sustentada, en la certeza de que si yo cambio, las cosas
tendrán otro significado, las veré con más optimismo, y esto a su vez avalado
por la Navidad, este acontecimiento que ha marcado al mundo en un antes y
después del nacimiento del Redentor, de ese Niño que ha sido Luz del mundo
entre las tinieblas, que ilumina la faz de la tierra, pero sobre todo, ilumina
tu corazón de manera personal, es quien toca a tu puerta para entrar y quedarse
contigo, es Jesús niño quien nos colma de esperanza y amor para lograr nuestra
felicidad, sólo depende de que tú te decidas, le abras y lo dejes entrar.
En
éste tercer domingo de Adviento, de gozosa espera y preparación, date un tiempo
para cambiar tus pensamientos, tu actitud, y disponerte a disfrutar y vivir en
plenitud, con tu familia estas fiestas decembrinas, dándoles el mejor regalo
que sólo tu corazón puede dar, el perdón, el amor, la amistad, la aceptación,
la felicidad de saberse amados y de contar con una familia.
Felicidades
y a gozar de las posadas!!!