15 de diciembre de 2012

Tiempo de reflexión


 ¡Y llegaron las posadas!

Aún recuerdo cuando era niña, la emoción de vivir las posadas en la casa, donde además de la familia eran los amigos quienes nos reuníamos en torno al nacimiento, rezábamos, cantábamos la letanía, villancicos y después las esperadas piñatas, que entonces se rellenaban de fruta y dulces de temporada, siendo  las jícamas  las más codiciadas, pues era el manjar de ese entonces, con limón y chile piquín entre los niños y por supuesto, los famosos silbatos que hacíamos vibrar intensamente dentro y fuera de la casa.

Ciertamente son las posadas parte de nuestras tradiciones, que nos unen como familia y enriquecen nuestra relación, pues la preparación de todo implica la participación de todos en familia, que como siempre,  algunos cooperan más que otros, pero todos participan,  y aunque también va acompañada de prisas y regaños, finalmente se corona con la alegría de la convivencia, el amor y la alegría de verse reunidos.

Y es que la vida familiar es un constante aprender, enseñar, crecer, aceptar los cambios que se viven y adaptarse, pues no es lo mismo una familia con niños pequeños, que con adolescentes o jóvenes, o bien una familia con hijos ya casados, pero cada etapa nos da la oportunidad de crecer y madurar en el amor y las diferentes virtudes que la vida nos exige para el logro de nuestra felicidad.

La Navidad,  que con sus preparativos es una época que nos brinda infinidad de ocasiones para sacar lo mejor de nosotros, trae también mucha nostalgia, por lo que debemos poner énfasis en la “Esperanza”, sí, la esperanza de una vida mejor, y no una esperanza fallida o quimérica, sino sólidamente sustentada, en la certeza de que si yo cambio, las cosas tendrán otro significado, las veré con más optimismo, y esto a su vez avalado por la Navidad, este acontecimiento que ha marcado al mundo en un antes y después del nacimiento del Redentor, de ese Niño que ha sido Luz del mundo entre las tinieblas, que ilumina la faz de la tierra, pero sobre todo, ilumina tu corazón de manera personal, es quien toca a tu puerta para entrar y quedarse contigo, es Jesús niño quien nos colma de esperanza y amor para lograr nuestra felicidad, sólo depende de que tú te decidas, le abras y lo dejes entrar.

En éste tercer domingo de Adviento, de gozosa espera y preparación, date un tiempo para cambiar tus pensamientos, tu actitud, y disponerte a disfrutar y vivir en plenitud, con tu familia estas fiestas decembrinas, dándoles el mejor regalo que sólo tu corazón puede dar, el perdón, el amor, la amistad, la aceptación, la felicidad de saberse amados y de contar con una familia.

Felicidades y a gozar de las posadas!!!



14 de noviembre de 2012

Las necesidades básicas del hombre


Hola!  Espero que estén bien, ya se sienten los fríos otoñales, y el ambiente se prepara para las próximas fiestas navideñas.

La reflexión de hoy será en torno a las necesidades básicas del hombre y enfocada en cómo repercute su ausencia en nuestros hijos.  Las necesidades básicas son: la confianza básica, se refiere al ser recibido, atendido y esperado; el afecto, referente al amor que recibimos, es la manera que aprendemos a amar, es la parte del corazón humano, con sus afectos y emociones. La tercera es la pertenencia, que nos brinda seguridad. Cuando estas tres necesidades están cubiertas, se puede decir que se tiene una buena autoestima, base la de maduración de la persona.

Estas necesidades son cubiertas principalmente por lo padres, pues es en el seno familiar donde se vive la espera del hijo, llena de ilusión, amor, y se da la pertenencia de forma natural, de ahí la importancia que la pareja este en un continuo crecimiento de su amor  y comunicación, para que entre ellos se colmen esas necesidades que heredarán a sus hijos. Vivir en la pareja la aceptación incondicional, que no requiere hacer nada extraordinario para ser aceptado y reconocido. Se acepten con sus debilidades y fortalezas, eso es parte del amor incondicional, que solo en la familia se vive en plenitud, y son los padres quienes deben vivir aquello que quieren heredar a los hijos.

Cuando esto no se da, y sobre todo llegada la adolescencia, los hijos buscarán satisfacer esas necesidades, incluso fuera de casa, con sus amigos y compañeros de clase, buscarán llenar los espacios vacíos en su vida. La adolescencia es importante, pues es el despertar físico hormonal, y psíquico que definirá los rasgos de su personalidad, e iniciará sus propias decisiones.  Es aquí donde el joven hará uso de la educación recibida en casa,  y no tanto de las palabras, sino del ejemplo vivo de sus padres.  Una educación que haya marcado límites, esfuerzos,  consecuencias, responsabilidades, e incluso sacrificios para el logro de sus metas, será de gran utilidad en esta etapa, de lo contrario le será más difícil al joven enfrentarse a las diferentes situaciones que se les presentan en la actualidad.

Hay una queja generalizada de los padres por el comportamiento de los jóvenes, ya sea en el abuso del alcohol y drogas y la iniciación temprana en la sexualidad, y creo que una causa es la no satisfacción en casa de las necesidades básicas, aunque también la realidad que vivimos hoy en la sociedad, que no reconoce límites ni responsabilidades, donde todo es placer, aquí y ahora, y en pro del disfrute de la vida, llegan incluso a perderla.  Vale la pena fortalecer nuestra familia, mostrarles el amor que les tenemos, y no con cosas materiales, sino con nuestro cambio de actitud, de servicio, de amor e incluso de perdón y aceptación. Un cambio personal, y crecer en pareja, logrará el cambio en los hijos. Fortalecer a la familia es la mejor contribución para los hijos y la sociedad.

Por: Rebeca Conde de Salgado
Comentarios a: rebe.conde@hotmail.com

24 de octubre de 2012

Reflexionando sobre la Familia


Hoy quiero compartir con ustedes algo del tema de mi tesis, que es precisamente sobre la crisis en la familia, y un aspecto a considerar son los medios de comunicación.

Para empezar hay que estar conscientes de que vivimos un cambio de época, y que la sociedad  hoy, es muy diferente de hace 50 años, debido a la evolución natural de la sociedad, aunada a los avances técnicos y científicos, además de la “famosa revolución sexual” de los 60’s que significó un parteaguas en la vida familiar. Otro de los aspectos importantes a considerar, son los avances de los medios de comunicación y su efecto tanto en las personas, la familia y la sociedad.

Ciertamente los medios de comunicación, llámense tv, internet, medios impresos y la radio, son meros instrumentos que están al servicio del hombre, y éste es el que los utiliza y los llena de sentido, que puede ser positivo o negativo. Lo vemos en un simple programa en la tv de orden deportivo, cultural, científico, que nos comunica, divierte o incluso enseña, pero también, estos medios son utilizados con otros fines.

Recordemos que nuestra sociedad está inmersa en una crisis de valores, que se vive también a nivel mundial, donde los más importante ahora es el tener, y el sentir, por eso se dice que tenemos una sociedad hedonista, materialista y utilitarista, y en este sentido se lanzan algunos programas televisivos y películas, dirigidos sobre todo a nuestros jóvenes, tanto adolescentes como adultos, y más que divertir, pareciera nos inducen a nuevos estilos de vida, suponiendo como una realidad y normal situaciones de la vida, que lejos están de serlo. Es el caso  de la película: “amigos con beneficios”, “amigos con derechos”, “sex and the city”, ésta última nos presenta la incapacidad de mujeres de establecer matrimonios y familias estables, tomando como base principios de igualdad y solidaridad en la diferencia con el varón, y presentan problemas de depresión, ansiedad e insatisfacción.  

Estas situaciones presentadas, al compararlas con estudios serios en nuestro país realizadas por el INEGI, por ejemplo, resultan falaces, pues para nosotros, como mexicanos, la familia sigue siendo un factor importante en la vida. Lo grave de este tipo de programas, a más del mensaje enviado que le resta valor a la familia, es el  modelo de vida que presentan, apartado de los valores humanos reales que nos enriquecen, como el amor, que no es simple genitalidad y erotismo, sino compromiso de buscar el bien de la persona amada, de solidaridad, respeto y compromiso entre otros, y la devaluación a la familia y los valores.

Es importante por tanto, enseñar a nuestros hijos a ser verdaderos críticos de lo que ven, oyen, y que se den cuenta que no todo lo que nos muestran los medios de comunicación es real y cierto, ni tampoco es lo más conveniente para nuestra vida, tanto en lo personal, como familiar y social. ¿Has pensado el por qué nuestros jóvenes carecen de sentido de vida, que buscan en antros, sexo e incluso drogas?   

Envía tus comentarios a:
rebeconde4@yahoo.com.mx

10 de octubre de 2012

Las tres dinámicas del matrimonio feliz...



Hemos hablado de los elementos necesario para mantener un matrimonio feliz, la autonomía, que es el enriquecimiento personal para donarlo al otro, y la máxima expresión de la capacidad de amar; la empatía, que es el ponerse en el lugar del otro, nos permite conocer a la pareja, y es sinónimo de amor incondicional; finalmente está la “reciprocidad”, que es la relación que nace de la síntesis creativa de la autonomía y la empatía y donde el amor maduro alcanza su perfección. Denota intercambio, entrega, donación, pero al mismo tiempo apertura para recibir e incondicionalidad; su objetivo es afianzar el vínculo de amor y fortalecer el “nosotros”. Este concepto es dinámico, pues implica la vida misma, que se adapta a los cambios naturales de la vida, se rige fundamentalmente por el amor, la voluntad e inteligencia.
La reciprocidad tiene tres elementos a fortalecer que son: la comunicación; la solución de conflictos; el perdón y reconciliación.

La comunicación es vital, y debemos considerar que somos como pareja diferentes, el mundo masculino y femenino se complementa en todos los aspectos, físicos, mentales, emocionales e incluso en la forma de la espiritualidad y religiosidad, partiendo de esta realidad, debemos respetar estas diferencias y no suponer que el otro adivine nuestro interior, es mejor hablar clara y llanamente de lo que queremos, sentimos, pensamos, sin agresión o escudo protector.

La solución de conflictos es un apartado largo, pues implica muchos aspectos de la pareja, la familia, el crecer de los hijos, prioridades de la familia, gastos, etc. Pero siempre es importante rescatar en la relación, “el nosotros” que se enriquece día con día, y para ello es crecer en paciencia, respeto, justicia, pero sobre todo debe prevalecer el amor, que aunque parezca frase trillada, lo perdona todo, lo tolera todo, espera sin límites, no se engríe…el amor no pasa nunca. 

Este perdón,  es el último elemento, y al otorgarlo se da la lección más importante en la vida de pareja y el legado más preciado para los hijos, pues fomenta la confianza, la humildad, aumenta el vínculo  de amor personal y familiar, que cuando trasciende la familia, fortalece a la misma sociedad, además de que el perdón genera paz. Por último este perdón debe acompañarse de la reconciliación, que es la respuesta sanadora a la ofensa recibida, es el olvidar la ofensa, evita el resentimiento y sobre todo la venganza, es crecer ante el dolor y adversidad, por lo tanto es sinónimo de maduración del amor.

Espero que esta reflexión sea de su utilidad, espero sus comentarios y sugerencias en: rebeconde4@yahoo.com.mx

Por: Rebeca Conde de Salgado

27 de septiembre de 2012

Entre el acompañamiento y el desprendimiento



Durante el año pasado, mientras brindaba orientación psicológica en una Universidad de Puebla, se presentó un alumno de nuevo ingreso acompañado de su madre, ambos con una inquietud concreta. Entonces pensé que esta mujer era una mamá realmente interesada en la salud mental de su hijo; situación que algunas veces los padres descuidamos. Sin embargo, también reflexioné que es un evento poco común, el ver a universitarios acompañados de sus padres… es una línea muy delgada entre el desprenderse y el acompañarlos… Y justo sobre esto me gustaría compartir con ustedes las siguientes reflexiones.

Al nacer, un niño transforma a dos adultos en padres. Es así como podemos decir que es el hijo quien hace a sus padres (F. Doltó). Desde su concepción, los interpela por todos los medios de que dispone, y los padres, con todo el narcisismo que podemos reunir, nos damos a la tarea de educar a esos hijos. Adoptamos unos cuantos dogmas respecto a cuándo hacerles caso y cuándo no, cómo ponerles límites y cómo motivarlos y brindarles seguridad. Nos sentimos equipados para emprender una labor no sólo titánica, sino imposible: crear seres perfectos que se parezcan a nosotros: deportistas e intelectuales, valientes y precavidos, responsables, amigables, respetuosos, etc. Cada uno elabora la lista –o sólo la imagina, para poder ir agregando ítems- de las cualidades que deben tener esas criaturas inocentes (Chabarati, 1998).

Tiempo después, nos vamos dando cuenta que los hijos no son plastilina para moldear, sino seres humanos con personalidad propia. Entonces, cuando los niños se convierten en adolescentes y después en jóvenes, la labor de ser padres se vuelve particularmente difícil. Ya que las expectativas que teníamos o tenemos sobre ellos se van cumpliendo o se van desvaneciendo, nos vamos percatando que tenemos que confiar en todo aquello que de pequeños les trasmitimos, pues cada vez reciben menos influencia de nosotros y más del medio que les rodea, los amigos, etc.

¿Cómo podemos entonces seguir acompañándoles y a la vez favorecer su desprendimiento?… En mi experiencia, me he percatado de que caemos en dos extremos: a veces queremos estar tan “pendientes” de nuestros hijos, que los ahogamos con nuestros propios temores, con interrogatorios interminables.
Queremos tener tanto control sobre ellos, “para que no comentan los mismos errores que nosotros”, que los asfixiamos… y lejos de acercarlos, se alejan más.

Por otro lado, hoy más que nunca, están proliferando los jóvenes solos, aquellos “hijos huérfanos, con padres vivos”, diría Enrique González fsc; Aquellos chicos, hijos de padres que absortos en tantas cosas (trabajo, dinero, reuniones, deportes, negocios) se olvidan de su gran responsabilidad como padres, con el argumento de que es más importante la calidad que la cantidad (idea completamente errónea). Dichos padres, han pasado muy poco tiempo con ellos, y por lo tanto, no han logrado conocer su mundo, sus sueños, sus temores, en fin, todo aquello que en la adolescencia se va forjando. Entonces, cuando estos chicos  llegan a la vida universitaria, no cuentan con padres que les brinden esa cercanía que no invade, sino que brinda seguridad, esa relación de confianza pero que a la vez se complementa con los límites que un joven todavía necesita.

Recordemos que acompañar es educar y educar es hacer un camino juntos, darnos la mano, superar el miedo y encontrarnos con el mundo, con la realidad, tanto objetiva como subjetiva. Pero educar es también desprender, separar, diferenciar, proyectar, enviar al futuro.

Evidentemente, no podemos seguir a los hijos toda la vida, tienen que irse, y como no es posible seguirlos, ni deseable, hay que hacer todo lo que esté a nuestro alcance para sean ellos quienes “nos lleven dentro”.

Educar es acompañar, pero no se acompaña igual a todas las edades. La educación de los primeros años ha de ser forzosamente directiva, pero ha medida que se van haciendo mayores, la educación que seguirá, que será también un acompañar, ya no será directiva y pasará a ser, progresivamente responsabilizadora (L. Folch, 1999)

Todo esto quiere decir que los hijos han de sentirse valorados, y lo harán si los padres nos interesamos por sus cosas, sin intervenir demasiado, porque tenemos que desprendernos. Hay que saber escuchar, tener un oído muy atento, un oído que antes de juzgar o sancionar sea paciente y comprensivo. Estar alerta por si nos piden ayuda, y estar pendientes por sin observamos signos que no son comunes en ellos y nos pueden estar hablando de un foco rojo en sus vidas. Dar consejo sólo si nos lo piden, pero siempre estar dispuestos a darlo. No agobiarlos, pero tampoco dejarlos solos. Confiar en ellos, confiar en aquello que les trasmitimos y con lo que se han podido identificar y hoy aplicar en su vida concreta.

Y aunque esa línea entre el acompañar y el dejar ir, se vuelva cada vez más delgada, confiemos en la capacidad que tenemos para seguir guiando a nuestros hijos y en nuestra creatividad para ir descubriendo caminos nuevos para acercarnos a ellos y a la vez… dejarlos ir.

Psic. Nora Leticia Albores Fdez.


BIBLIOGRAFIA
*Francoise Dolto  y Catherine Dolto-Tolitch. Palabras para adolescentes o el complejo de la langosta. 1995
*Esther Chabarati. El Mañana. (1998)
*Luis Folch. Educar a los hijos cada día es más difícil. 1999.

19 de septiembre de 2012

¿Cómo fortalecer la intimidad conyugal?



La intimidad conyugal es ese momento y espacio único y privativo de los esposos donde demuestran el amor y dialogan de manera profunda. Estos momentos nutren, mantienen y perfeccionan el matrimonio.
Para fortalecer la intimidad de los esposos es importante cuidar algunos aspectos:
-Preocuparse de tener la comodidad ambiental y física para poder vivir en plenitud su intimidad matrimonial, sin limitaciones, ni temor a ser oídos o interrumpidos
-Cuidar el tiempo que se dedica al cónyuge. Aprender a darle su lugar, no dejar siempre las últimas y más cansadas horas del día
-Vivir la intimidad en el marco del amor, de la libertad, de la confianza y la generosidad; comunicar palabras de cariño, alabanzas, tiernas promesas etc.
-Salir al encuentro del otro sin exigencias ni imposiciones
-Dejar de lado las preocupaciones laborales, sociales o profesionales. Es el momento exclusivo para hablar de ambos
-La intimidad matrimonial es privativa de Dios, de los esposos y de nadie más, no acepta críticas ni comentarios con los demás. En el momento en que se abre, se pone en riesgo y corre peligro de ser lastimada e incluso aniquilada

Otros puntos importantes son:

1.  Desarrollar la confianza
Aceptar las fallas del otro, no tomarlas como ofensas personales
Tomar en cuenta al cónyuge
Procurar cumplir a tiempo y con delicadeza los encargos del cónyuge, de los hijos, de la casa
Hablar con la verdad
Evitar burlas o calumnias
Tratar de cumplir las promesas hechas

2.  Buscar intereses comunes

3.  Procurar los detalles 

4. Ejercitar la prudencia

12 de septiembre de 2012

Las tres cualidades del noviazgo



Seriedad de las relaciones:
Si la finalidad del noviazgo es el descubrimiento del futuro cónyuge y ver la posibilidad más o menos próximas de casarse, la primera cualidad es que las relaciones que constituyen ese noviazgo , deben ser relaciones serias. Debe haber consciencia en los novios de la razón de ser de su noviazgo y la aceptación de esa razón, haciéndola su razón para estar de novios, adecuando su actitud interior y su conducta externa  a esa razón.

Duración del noviazgo:
Si el noviazgo es la época del descubrimiento y encuentro para conocerse en sus personas y en su ambiente, de tal manera que una vez logrado el conocimiento, se imponga la unión definitiva en el matrimonio.
Tal razón se opone a los noviazgos largos, que puede serlo porque se iniciaron prematuramente, antes de que los novios tuvieran la madurez afectiva requerida o cuando los novios no estén en posibilidades económicas o profesionales para un próximo matrimonio o bien cuando no se quiere la responsabilidad del matrimonio, lo cual revela también inmadurez.

Responsabilidad en el noviazgo:
Ciertamente el noviazgo es una de las mas hermosas experiencias de la vida, pero concebido el noviazgo como fase de cimentación de dos destinos, implica ante todo responsabilidad. Responsabilidad de los novios ante la sociedad, ante el otro y ante sí mismo.
Ante la sociedad, tienen la responsabilidad de sentar bases para construir una célula sana y vigorosa, contribuyendo así al mejoramiento de la comunidad.
Ante el otro, porque los novios deben considerar al otro como persona humana, y no verlo como un instrumento de satisfacción del propio egoísmo en cualquiera de sus formas.